Niceexperience

Todo en un día


4 abril 2012 by Hollywood

¿Pero dónde están las fotos? Te preguntarás. Esta es una entrada diferente. Esta vez toca una novela, así que vete a por un café,... o tal vez dos... bueno, tampoco hay que ser tan vicios@. Debería situar esta entrada en el blog de Myanmar, pero he decidido incluirla en Tailandia y en breve descubrirás por qué.

Cuando llegas a un nuevo país, a veces la primera impresión es determinante para el desarrollo del viaje por el mismo. En mi caso, desde el primer momento que pisé Myanmar no hubo nada que me resultara interesante. Llegamos físicamente agotados, tal vez (¿la edad?) el hecho de llevar más de nueve meses sin parar con la mochila-casa a cuestas, pero bueno, así es la vida del backpacker.

Caminando por las calles de YANGON, parecía haber vuelto a India: calor sofocante, mucha gente y suciedad aunque sin llegar a aquellos extremos, cerraba los ojos y… ¡vaya! Seguía oliendo a India.
Que tres adultos compartan un zulo-sauna de 2x4 LITERAL, sin ventanas y con un mini ventilador que sólo movía aire caliente cuando cesaban los continuos cortes de luz, no ayudó a descansar ni a animarme en este nuevo país.

Con intención de cargar las pilas ponemos rumbo a CHAUNG THA en busca de sol, playa y relax. El bacheado viaje en bus de seis horas no fue muy placentero, la playa no resultó muy fascinante, agua más bien sucia, arena aún más sucia… ¿más India? Bueno, aquí no vimos vacas, pero si perros, caballos e incluso bicis para alquilar y dar paseos por la arena. En esta zona al menos, no había cortes de electricidad, directamente sólo disfrutábamos de luz de 18 a 22.30 hrs. Nuestra habitación contaba con ventanas por las que no entraba ni gota de aire, por lo que en lugar de contar ovejitas contábamos las picaduras de los mosquitos. Los muy mamones traspasaban la mosquitera.

Será que me estoy volviendo un poco sibarita, pero cada bache en el bus de vuelta a Yangon resultaba como un empujón para abandonar el país. De aquí el siguiente destino sería Kalaw, otras 14 hrs de bus… y aquí dije “I surrender”.
Además, en este nuevo país estaba comprobando que la cartera goteaba más de lo habitual y decidí cortar el grifo por la vía rápida con el plan VT: Volver a Tailandia.
De nuevo en el zulo-sauna, la última noche sin dormir me despertó la vena beach boy. También me sirvió para planear una estrategia y llevar a cabo la misión a corto plazo que se me había metido entre ceja y ceja: en menos de dos días quería estar en una de esas islas que aparecen en los documentales con sus palmeras, aguas cristalinas, arena fina…, darme un chapuzón y disfrutar de sol y playa de verdad.

El Día Interminable comenzó a las 7 de la mañana en el octavo piso del White House con el desayuno incluido para cargar bien las pilas. Lo iba a necesitar. Una hora más tarde, y ya con más de 30º, caminata hasta la embajada tailandesa en busca de un visado por $40 de 60 días para poder coincidir las fechas con Indio Ro y Adam a su vuelta. Fue necesario un poco de teatro para que, primero los de seguridad me pusieran al principio de la fila y, segundo para que las de la ventanilla diesen prioridad a mi visado. Parece que mi actuación les convenció, ya que en tres horas tenía mi pasaporte listo, cuando lo habitual son dos días.

Me despido de mis compis por unas semanas y directo al aeropuerto. Tanteo varias aerolíneas para encontrar un billete a precio razonable. No hubo premio por mi interpretación dramática, pero dudo que ni siquiera el mismísimo Al Pacino hubiera rascado algo ante esta banda de robots.
Casi me mareo cuando me dicen el coste, saco los dólares de la cartera y… ¡hasta Benjamin Franklin tenía la cara pálida! Dudo un poco, cierro los ojos y veo 14 hrs de carreteras infernales, escupitajos rojos, zulos-sauna… ¡BASTA! Ya no hay vuelta atrás. Como decía Tom Cruise en Risky Business: “En esta vida a veces hay que decir ¿pero qué coño?”. Facturo y para descargar mi rabia, gasto mis últimos kyats dándome un festín en un buffet dentro de la terminal donde pensé: “chavales, aquí vais a palmar conmigo”.

Con la tripa bien llena, a las 16.30 dejo atrás India… quiero decir Myanmar, con destino a BANGKOK donde aterrizo a las 18.15. El siguiente paso era llegar hasta la terminal de bus a las afueras de la ciudad para viajar de noche y a la mañana siguiente despertar en el sur junto al mar. En ocasiones, seguir los consejos de la Lonely Planet puede llegar a complicarte más que ayudarte. No hay transporte público hasta la terminal y como los 450 bahts que me pedía el taxista me parecían desproporcionados, en el airport link me acerco hasta el centro. Aquí ningún taxista quiere poner el contador por tratarse de una carrera larga en hora punta y me piden lo mismo que desde el aeropuerto. Monto y bajo de cuatro taxis en 800 mts… aún estoy demasiado lejos. Dejo que me "time" un bonachón que no hablaba ni papa de inglés. Sus ojos llenos de arrugas piden a gritos una inminente jubilación. Con su inglés, mi thai y el tráfico de Bangkok llegamos en una hora a la remota terminal del sur.

El siguiente contratiempo llega cuando al preguntar por billetes para ir al sur, 8 o 10 mujeres de otras tantas compañías me dicen con voz de pito: “¡All full. Today and tomorrow, all full!”. Yo pensaba: “La que se va a preparar este fin de semana en la Full Moon Party”.
No me motivaba la idea de quedarme en la capital ni podía rendirme dos veces en tan poco espacio de tiempo. La otra opción que me quedaba era el tren, pero desconocía si el nocturno ya había partido. Me la juego y otro taxi me hace sentir como si viviera una carrera de la PS3. A medida que nos adentramos de nuevo al centro, los rascacielos iluminados comienzan a florecer a mi alrededor. Al llegar a la estación de Hua Lam Phong, la chica de la ventanilla me da una alegría. Hay un pack de tren-bus-ferry hasta Ko Pha Ngan que sale a las 22.50. Cuando me dice el precio, ya no me parece tan simpática.

Lamento insistir tanto en el tema económico, pero cuando viajas por tiempo ilimitado, hay dos prioridades que prevalecen sobre todo lo demás; la primera es la salud, de la cual no nos podemos quejar, nada de malaria ni cosas graves. La segunda es el dinero.

Con la sonrisa más amplia de todo el tren, descanso sobre el asiento reclinable a ritmo de White Lies y Arcade Fire. A punto de amanecer llegamos a CHUMPON y un bus nos dirige hasta el puerto donde un ferry pone rumbo a KO PHA NGAN. A medida que la isla se va haciendo más grande ante mí, hago un repaso de lo que han sido las últimas 24 horas: desayuno en Yangon, banquete en el aeropuerto, vuelo, cena en Bangkok y ahora en un barco con rumbo a una isla idílica para el relax y la fiesta. Parece más propio de un día cualquiera en la vida de Julio Iglesias que de un mochilero.
Misión cumplida

Primer fabuloso atardecer



Ya no quiero cerrar los ojos, no necesito cerrarlos. Los quiero abiertos, los necesito bien abiertos para darme cuenta que este sueño que comenzó hace más de nueve meses sigue siendo real. Sin duda es un gran comienzo.
Si te he arrancado alguna sonrisa, me alegrarás aún más el día.
Calentando motores la noche previa a la Full Moon Party

Buckets de lo que quieras en Haad Rin

La adicción de los "Fosfos"

Malabares con fuego





"A smooth sea never made a skillful mariner".

-- Hector Elizondo --